Me preocupo por ti, vida mía. A pesar de decirte adiós, te amo. A pesar de no estar junto a ti, te recuerdo. A pesar de no querer ilusionarme, te extraño. A pesar de que estemos alejados y nos vayamos distanciando aún más con el paso del tiempo, sigo queriendo estar a tu lado.
¿Cómo puedo irme, con todo lo que me has hecho sentir, con todo lo que te quiero?
Algo bloquea mi interior. Bloquea mis esperanzas. Ya no tengo esperanzas de estar contigo. No tengo ilusiones en que vuelvas y paseemos dados de la mano por la calle, o en resguardarnos bajo mi chaqueta de la lluvia, o en un abrazo que nos una, aunque en los últimos abrazos forzases el corazón a quererme.
Yo no te pido amarme. No me conoces aún lo suficiente, y lo entiendo y lo respeto. Te pido una oportunidad para conocerme mejor, para que veas el hombre que soy. Y que soy un romántico innato. No puedo ser bueno contigo un día, y al siguiente no serlo. Siempre lo soy. Soy así, lo llevo en mi sangre, en mi alma, como tú llevas el flamenco, llevo yo los sentimientos y la sensibilidad.
¿"Te pido"? Más bien te pedía. Ahora estoy resignado a no estar contigo. Pero no por eso he dejado de preocuparme por ti, o de pensar en ti.
Estas mañanas, cada vez que abro los ojos tras haber estado inmerso en mis sueños, me quedo vacío, sabiendo que no tengo razón fuerte por la que levantarme, y los cierro de nuevo, hasta que mi cuerpo diga basta o los vecinos me despierten con su música estruendosa.
Antes no era así. Antes sabía que me estabas esperando, que iba a hablar contigo, y que era un día nuevo y único contigo a mi lado, aunque fuera por un chat de internet, y me levantaba ansioso de ti.
¿Pero ahora qué me queda? Nada, más tiempo para mí mismo, para meditar y para mis hobbys.
Te amo sin amarte. Te quiero, pero no siento el veneno del amor. Me impido sufrir, me impido llorar, me impido seguir atormentándome.
Qué diera yo por estar a tu lado velándote y cuidándote. Qué diera yo por recuperar lo perdido. Yo supe apreciarlo, aunque fuese tan efímero, ¿supiste hacerlo tú?
Varias chicas insisten conmigo. Tres, o así. Pero a ninguna correspondo, a todas ignoro. Incluso a ti. Me gustaría enviarte un correo preguntándote qué tal estás, o incluso llamarte, como cuando tú me llamaste el día siguiente al que quedamos en persona, sólo para decirme que volvías ya de casa de tu abuela y que te conectarías y hablaríamos. Cuánto agradecí aquel detalle, cuánto agradecí aquella llamada, cuánto agradecí oír tu voz.
Pero he de dejarte ir, pues tú me rechazas en tu vida. Puede que te arrepientas, puede que no. Puede que me eches de menos, puede que no. Puede que veas que todo era mejor conmigo, puede que no. Puede que vuelvas y estemos juntos, puede que no. Puede que te ilusiones por mí, ¿puede que yo?
Ya peino canas con apenas veinte años. Tres, o cuatro, en mi pelo negro oscuro profundo. Bautizaré a una de ellas con tu nombre. Encima queda poético. Alba de la Luna, ¿eh? Un pelo plateado que ilumina el cabello oscuro. Una luna que ilumina una oscura noche.
Como dije antes, ahora sólo el tiempo dirá. Yo no sé cuál será mi reacción si ahora volvieses. Lo que sí sé es que lo sabré en el momento en que me vuelvas, si es que lo haces.
Hasta entonces...
Que la vida fluya, que el resto son sólo impedimentos para el alma.
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