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viernes, 7 de diciembre de 2012

Las siete de la mañana

Son las siete de la mañana, y tal. Acabo de llegar, un tanto ebrio, de salir de fiesta, tras cinco o seis meses sin salir, y estoy un tanto... dolorido. Necesito desahogo, y qué mejor que mi blog nuevo para desatar mis sentimientos.

Es tarde, sí, y he bebido algo, sí, pero he salido de forma tranquila hoy. Ninguna emoción fuerte. Ni yo, ni mis amigos. Nos estamos "reservando" para el sábado. El porqué de tan tarde es haber estado unas tres horas en casa de un amigo al volver de "fiesta".

Definición de fiesta para mí: "mismos bares de siempre con la misma gente de siempre con la misma puta mierda de música de siempre".

Pero ahora necesito decir, ya que estoy más cariñoso y más profundo, que tengo tanto amor dentro de mí que lo expreso en forma de dolor y nostalgia culpando a mis recuerdos, y tan sólo son un ancla que me ata al pasado porque fui feliz en una época, quizá ya olvidada por la otra persona, en la que expresé todo mi amor y en la que fui yo mismo. Romántico, cariñoso, pasional, iluso, obsesivo y paranoico, y semejantes adjetivos fueron causa de la ruptura de la relación, aunque mis razones tenía, tales como que ella era un tanto fría y yo desconfiaba en que me entregase su completo amor. Pero, joder, qué coño esperaba yo con apenas unos meses de relación.

Pues esperaba una relación romántica en la que ella se volcase tanto como yo. Pero yo me volqué tanto porque era un romántico de la hostia que llevaba dieciocho años sin estar con ninguna chica esperando al amor de su vida, y al creer encontrarlo lo di todo en cuerpo y alma. Pero, claro, ella no vivió ni esperó lo mismo que yo, y etcétera etcétera.


Que eso ya me ha hecho más maduro y más fuerte. Lo que "lloro" ahora, en un llanto sin lágrimas y en silencio, es que tengo tanto amor dentro de mí que no puedo expresarlo de ninguna otra manera, y por ello lo transmuto en dolor. En un dolor de que nadie me aprecie tal y como soy, a pesar de no conocer a tanta gente como me gustaría. Pero qué queréis que le haga. Yo escucho El Último de la Fila mientras todo Dios escucha raggeaton, como se escriba. Y no es lo mismo escuchar poesía hecha música que insultos hecho música.


Y ni idea de por qué digo esto, pero cuando me despierten los hijos de puta de mis vecinos mañana lo leeré y esbozaré una sonrisa, recordando que expresé mis sentimientos como mejor sé: escribiendo.

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